Era una mañana fría, propia de un otoño que languidecía y de un invierno que llamaba a las puertas, pero allí estaba un grupo de valientes que retaron a las bajas temperaturas. A las 11:00 omenzamos el recorrido, en la Plaza de Oriente, que nos llevaría a conocer o descubrir anécdotas e historias del Madrid de los Austrias, de ese Madrid que pasó de ser una villa sin importancia, a capital de España.
Tras hacer una pequeña introducción histórica, se comentó la historia del Palacio Real, la estatua ecuestre de Felipe IV y las pintorescas anécdotas que se cuentan sobre las estatuas de los reyes godos que están situadas en la misma plaza. Por cierto, en este último sitio cayeron tres testimoniales copos de nieve y… ya no vimos ninguno más.
Cruzamos la Plaza de Ramales, donde estuvo la desaparecida iglesia de San Juan en la que fue enterrado Velázquez, y bajamos por la callejuela de San Nicolás hasta desembocar en la calle Mayor.
En ese entorno se hizo referencia a los distintos palacios que los nobles mandaron construir para estar próximos al Alcázar del rey, el atentado que sufrió Alfonso XIII y a la Catedral castrense, la cual, por cierto, al margen de su historia fue el lugar donde se casó una de las visitantes (Mercedes). Lógicamente, se hizo mención a ese hecho.
Subimos por la calle Sacramento hasta llegar a la Plaza de la Villa, en la que confluyen tres edificios históricos: Casa de los Lujanes (s. XV), casa de Cisneros (s.XVI) y Ayuntamiento (s.XVII): allí pudimos ver el escudo más antiguo de Madrid, que nació de una leyenda.
Alguna “aventurera” descubrió un lugar donde venden dulces hechos en los conventos y… aprovechó la ocasión.
Tras pasar la calle del Rollo, desembocamos junto al convento de las “Carboneras”. Como eran las 12:00, rezamos el Ángelus a las puertas de dicho convento y, luego, entramos para saludar al Santísimo, pues lo tienen expuesto continuamente.
Intentamos comprar dulces en el convento, pero hasta el lunes no tenían.
Desde este punto, nos acercamos a la calle Cuchilleros para terminar la visita en la Plaza Mayor, donde pudimos ver los mercadillos navideños.
Todos los que salimos, llegamos al final del recorrido, venciendo a la intemperie y al frío.
El recorrido, por supuesto, estuvo jalonado con las respectivas fotos de grupo gracias a nuestras atentas fotógrafas.
En definitiva, creo que resultó ser una visita agradable en la que vimos lugares históricos y ¡tres copos de nieve!