Biografía

Los Esclavos del Santísimo

LOS ESCLAVOS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Jacobo había tenido una gran devoción a la Eucaristía desde los primeros años de su juventud. Más adelante, al conocer los Oratorios del Divino Amor y de San Felipe Neri, esa devoción se fue acrecentando en la práctica; y el deseo de profundizar en la doctrina teológica sobre la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas, como tuvo ocasión de vivir en sus trabajos durante el Concilio de Trento, en el que se condenaron los errores de Lutero acerca de esa presencia real. Con su ordenación sacerdotal, el amor a Jesús sacramentado creció aún más, y difundió la devoción eucarística a tantas personas que se acercaban por su casa y primer Oratorio, la capilla de Nuestra Señora de Gracia. Se empezó a reunir gente, hombres y mujeres, en torno a él, de modo que podría decirse –afirma Sanabria- “que antes fueron los congregantes que la Congregación” , de manera que no puede saberse cuándo comenzó exactamente ésta. Los diversos biógrafos afirman que pudo ser en el periodo que va desde 1587 –el año siguiente a su ordenación- a 1593 . La primera noticia que se tiene sobre la existencia de la Congregación es la referencia existente en el Archivo del Real Oratorio sobre “doña Catalina Ponce de León, ya difunta, indigna esclava del Sº Sacramento, rueguen a Dios por ella, año 1595” . Y lógicamente esta señora pertenecería a la Congregación desde algún tiempo antes.

¿Cuál fue el motivo por el que fundó esta Congregación, su “niña de los ojos?. Su primer biógrafo, Remón, contemporáneo del Caballero nos dice lo siguiente: “El Caballero de Gracia estaba tan lleno de amor de Dios y de caridad para el prójimo que, doliéndose y lastimándose de que en una Corte tan concertada como la de España, la juventud se dejase llevar por algunos entretenimientos demasiado profanos y ociosos, acudió a Nuestro Señor. Con muchas oraciones y lágrimas le suplicó le diese luz y le descubriese algún camino para que se pudiesen evitar aquellas ofensas (…) Con esto, cobró ánimo y empezó a hacer fiestas al Santísimo Sacramento del Altar” . Y se servía de la música, los fuegos artificiales, fiestas literarias, colgaduras, predicadores de fama…, para dar solemnidad a la devoción eucarística. Este es el fin por el que fundó la Congregación del Santísimo Sacramento.

Como señala Roscales, “la Congregación es lo más suyo, porque nace de lo que él más es y de las formas de vida que él experimenta más espontánea y apasionadamente”; y conviene tener presente –sigue diciendo Roscales- “lo revolucionario de una asociación” que en aquellos años “aconseja y premia con concesiones espirituales la comunión frecuente, comunión que se consideró revolucionaria, según los consejos expresados por San Pío X, en nuestro siglo” . Y más adelante añade que “la Congregación es (la fundación) más mimada, por ser la más suya; la más cuidada por ser la más libre; la más pobre porque durante mucho tiempo, a pesar de las disposiciones de Jacobo Gratii, no podrá disponer de templo donde vivir su ascética” .

Una prueba de la vitalidad de esta fundación está en que en vida del Caballero llegaron a pertenecer a ella más de dos mil personas, lo que es una cifra importante teniendo en cuenta el número de habitantes de la ciudad. Y pertenecían personas de toda condición social. “Pensar que el Caballero de Gracia no trataba sino a nobles, es tan falso como imaginar un Jacobo Gratii donjuanesco, pendenciero” . Pero a la vez es cierto el trato del Caballero con personajes de su época, lo que en buena parte se mantuvo tras su muerte en la Congregación.

El Caballero de Gracia tuvo trato con Felipe II, con la Princesa Juana (a la que debe su nombre de “Caballero de Gracia”), con Isabel de Valois, con la emperatriz María, Isabel Clara Eugenia (a la que deja en su testamento un pequeño objeto de plata de las Indias)… y entrando ya en el ámbito de la Congregación, el trato con Lope de Vega, con san Simón de Rojas, con Andrés Spinola…, que pertenecieron a ella.

Lope de Vega fue Padre mayor de la Congregación en 1631. También pertenecieron a ella Gabriel Bocángel, Agustín Barbosa, Francisco de Borja y Aragón, el marqués de Robledo de Chavela, el beato Juan de Palafox, Jerónimo de Mascareñas, Nicolás Antonio, el conde de Medellín… por citar únicamente algunos de los personajes que ocupan los dos primeros tercios del siglo XVII.

Gabriel Bocángel es el poeta metafísico de mayor importancia en la España de su época. Él fue, junto a Moreto, quien hizo los poemas recitados mientras se procedía al traslado del cadáver del Caballero al nuevo sepulcro en la capilla de la Virgen de Gracia, dentro del antiguo templo de las Franciscanas.

Palafox fue Obispo de Puebla (Méjico) y de Osma, donde reposan sus restos; es autor, además, de unos libros ascéticos de primera magnitud.

Nicolás Antonio es el primer bibliófilo europeo, que escribe -y hoy se sigue utilizando y editando su gigantesca obra- sobre todos los autores españoles, con los títulos de sus obras y características de las diversas ediciones, desde la época romana hasta el siglo XV -es la Hispania Vetera-, y todos los que escribieron desde el siglo XV hasta la muerte del autor: es la Nova Hispania. Aparte de eso, al morir dejó al país una biblioteca de 30.000 volúmenes: la mayor después de la Biblioteca Vaticana.

Agustín Barbosa, portugués de nacimiento, por cuatro años Padre mayor de los Esclavos del Santísimo Sacramento, realizó una obra canónica de tal envergadura que continuamente se editó hasta llegar, en 1917, la época del código de Derecho Canónico.

Así sería posible seguir hasta el siglo XIX, siglo en el fue Hermano mayor repetidas veces el marqués de Cubas.

El papel de las mujeres en la Asociación es también notable. Se podría citar a la marquesa de Villahermosa, a la duquesa de Béjar, a la del Infantado, aunque sería suficiente con citar a la condesa de Montijo, mujer especialmente digna de su época ilustrada.