El viernes 19 de enero hemos tenido la presentación del libro «Dios en mis poemas», de Javier Peñas Navarro. Javier es autor de diversos libros de poesía, premio Adonais en los años 80, profesor de Lengua y Literatura.

José Antonio Díez Aramayo, gran amigo de Javier, le presentó al comienzo de la conferencia. Recogemos aquí sus palabras, que nos parecen el mejor modo de dar a conocer a Javier y su obra.

Unas breves palabras de presentación a“ Dios en mis poemas”De Javier Peñas Navarro. Desde que conocí a Javier Peñas, hace más de cuarenta años, he percibido su pasión por la lengua. Nuestras conversaciones entonces, ¡y ahora!, estaban llenas de lecturas: Rilke, Novalis, Rosalía de Castro, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez, T.S.Eliot, José Hierro, Delibes, José María Valverde, Joan Perucho…

Lo he visto durante días peleándose con un poema nuevo, a la búsqueda del adjetivo preciso, del ritmo, la musicalidad de sus estrofas. La poesía debe sonar, como el más inspirado canto.

Cuando preparaba estas líneas recordé las encendidas palabras de Luis Alberto de Cuenca en un prólogo a las “Sonatas” de Valle Inclán: “…De la misma manera que Chateaubriand convierte la lengua francesa en una melodía indescriptiblemente bella, Valle Inclán conduce la poesía castellana a un pináculo de perfección musical inalcanzable”.

Advertí enseguida su esfuerzo tras la meta de la perfección formal y del sonido bello de nuestra lengua y de la verdad única, que encierra y atesora cada palabra. En la lectura de sus versos descubrí el motor interno que anima e impulsa todo su trabajo, la búsqueda de la verdad. Para él la unidad de los trascendentales –la belleza, la verdad y el bien- no es un frío enunciado teórico. No; la íntima relación entre ellos es el núcleo vivo de su obra poética. Javier Peñas cree en la Verdad y, como un paciente artesano, intenta encontrarla y expresarla en la palabra.

En estos poemas y en todos sus libros publicados –con este serán nueve- se encuentran continuas referencias a los mundos del cine, de la música, del arte y por supuesto de la literatura. Su inspiración se nutre en todos estos ámbitos.

Aunque pueda parecer algo exagerado no me resisto a decirlo. Javier Peñas sería feliz viviendo en aquella corte italiana que describe Castiglione en “El Cortesano”: La importancia de las letras, el refinamiento de la formación, el conocimiento de la música, del arte, el saber conversar con ingenio, un comportamiento perfecto en el ámbito social. Saber hacerlo todo con soltura, pero sin que se vea el esfuerzo que ha costado llegar a ello…El cortesano es un ideal pero también refleja las contradicciones de su época.

Javier Peñas no rehúye los problemas éticos de nuestro tiempo. Una lectura atenta a sus versos arroja luz a cuestiones tan actuales y candentes como peligrosas, si no se acierta con el recto camino: La teoría del género, el vacío existencial de quienes no encuentran razones para vivir, el ateísmo de nuestras opulentas y vanidosas sociedades del primer mundo, la existencia universal del horrísono ruido que amenaza la mera posibilidad de la contemplación…

Entre sus primeras lecturas destaco, porque creo que le han influido mucho, las elevadísimas obras de San Juan de la Cruz. Y sé que entre las últimas se cuentan las de Sta. Teresa Benedicta de la Cruz y las de Sta. Catalina de Siena. Muchos de los poemas que ha reunido en el libro que presenta ahora tienen un claro aliento místico. En la carrera de cada hombre hasta Dios los místicos experimentaron la necesidad del silencio, y la pobreza de la palabra humana, para nombrar la infinitud, la omnipotencia del Creador frente a la insignificancia de su criatura. Yo encuentro esta pulsión en los poemas de Javier Peñas.

Con todo esto se encontrará un lector que se acerque sin prejuicios a cualquiera de sus libros. Porque, ya lo he mencionado, en Javier Peñas el
centro, la raíz, de su obra es la unidad intrínseca del Bien, la Verdad y la Belleza. Esta es la base metafísica de su amor por la palabra.


Al final de la intervención de Javier, en la que también nos recitó algunos de sus poemas, hubo un interesante y prolongado diálogo, porque muchos de los asistentes quisieron preguntarle por aspectos diversos de su quehacer poético. Al terminar bastantes personas adquirieron el libro, que Javier les dedicó. Esta obra pueda encontrarse, por ejemplo, en La Casa del Libro, o a través de Amazón. Nos parece oportuno concluir esta presentación con uno de los poemas del libro, escogido entre tantos:

EL TESTIMONIO DE JUAN

Clama la visión del Bautista
que el Hijo de Dios viene
tras él -tortuosos los caminos-
con el aura y el vuelo del Espíritu.
Cordero de Dios,
que bautiza en su hontanar
vivífico.
Cuerpo glorioso
en los hombres nacederos
al agua, al llanto,
a la luz de las señales
y al ardor de la Palabra.