Biografía
Las FundacionesLAS FUNDACIONES
Hemos de referirnos en primer lugar a la fundación del Carmen, que en realidad, según Sanabria procede de los años finales de su primera estancia en Madrid, en 1572, en contra de lo que opina Roscales, que la sitúa más tardíamente , en la segunda y definitiva estancia del Caballero en Madrid.
El Caballero intervino eficaz y decididamente para ayudar a instalarse en Madrid a unos carmelitas que, recomendados por Gian Battista, habían venido desde Italia, sin saber que existía un Decreto que prohibía nuevas fundaciones en el interior de la ciudad. El Presidente de Castilla se negó a conceder el permiso que el Caballero le solicitaba, amenazándole incluso con un castigo si no obedecía. Pero consideró un deber de conciencia hacerlo y organizó las cosas para que los carmelitas pudieran instalar la casa en una noche y al amanecer se celebró la primera misa que, al parecer, celebró el propio Castagna, pues el Caballero no era clérigo aún en esa época. En la resolución del asunto intervino el propio rey Felipe II, que acudió a aquel lugar y dijo: “aunque el Capitán consiga la victoria del enemigo si acometió sin licencia de su General, debía ser castigado, no por el buen suceso, sino por el mal ejemplo, si bien en este caso, el fruto que se tocaba ya con las manos se había llevado tras de sí la pena y abrazado el perdón” . La iglesia, construida más tarde, es la actual del Carmen, junto a la Puerta del Sol.
Fundó también el Hospital de italianos, situado al comienzo de la carrera de San Jerónimo esquina con Zorilla, donde fue residente y trabajó como voluntario durante una de sus estancias en España San Francisco Caracciolo, del que volveremos a hablar. Con esta fundación se socorría a los numerosos italianos necesitados de ayuda. Al parecer, el Caballero fue el que subvencionó la mayor parte de los gastos, aunque trató de implicar al gobierno romano y a otros compatriotas, en el proyecto. Corrían los años 1581 y 1582.
En esos mismos años aparece también implicado en la fundación del Colegio de Loreto para niñas, iniciativa que, la totalidad de los autores, suelen adjudicar a Felipe II, desconociendo quizá el Testamento con el que ha empezado este trabajo. En él se dice: “Así mismo digo que el haber ya tratado y traído a esta corte la fundación, justa memoria de Nuestra Señora de Loreto, aunque en verdad era mi devoción, con todo eso fui alentado y mandado de la instancia que para ello me hizo la Serenísima Señora emperatriz María, hermana del católico rey Felipe segundo, mujer de Maximiliano, emperador, yo quisiera haber tenido posibilidad para que quedara mas acomodo en renta y fábrica”. No puede dudarse de la preocupación del Caballero hacia las niñas que veía dejadas por las calles de Madrid y que debieron ser tema de conversación con la emperatriz María, quien, desde ese momento preguntó e insistió a Jacobo empujándole a la aventura de la fundación y, es probable, que de algún modo también pidiera a su hermano Felipe II que diera alguna cantidad. Estaba instalado en la calle de Atocha; después, con Felipe IV recibió más ayudas y cambió de orientación benéfica, finalmente, trasladarse al lugar que ahora ocupa, al final de la calle O´Donnell.
Hay que hablar también del Hospital de Convalecientes. Madrid ha crecido, en pocos años, una enormidad. Al parecer, Madrid era una villa de 9.000 habitantes cuando llego a ella Felipe II, haciendo que en un solo año pase a tener 16.000 y en 1562 llegará a los 25.000. Cuando Jacobo llega acompañando al Nuncio Castagna, en el año 1565, Madrid está cercano a los 31.000, en el año 1584 ronda los 55.000 y a final de siglo acaba teniendo 83.000. La población se ha multiplicado por 9 en menos de 50 años .
Es lógico que una ciudad “nueva” y con crecimiento tan exagerado atraiga muchas personas en busca de solución para su vida, otros que esperan pagos y prebendas, extranjeros, también maleantes y personas obscuras. Y entre todos ellos, unos que afligen al Caballero que contempla con dolor por las calles: los enfermos que han salido del hospital y están tumbados en cualquier lado con sus heridas, su enfermedad y con todas las dificultades de su convalecencia. Ya había creado el Hospital de Italianos, pero sabe que no es suficiente: hace falta un hospital para la convalecencia, para que no se arrojen a la calle las personas a las que se les ha atendido en lo básico.
En Madrid, en la calle San Bernardo, en el lugar que hoy ocupa el convento e iglesia de Montserrat, se inauguró un Hospital de Convalecientes en colaboración del Caballero de Gracia con Bernardino de Obregón. Ambos eran conocidos y habían intervenido en algunas diferencias surgidas en torno al Convento de Nuestra Señora de los Ángeles. Corría el año 1585/87.
Una vez más se nota cómo Jacobo Gratii funda y desaparece; es lo que hace en el Carmen, en ambos hospitales, en Loreto y lo que veremos que hace en su propia casa con las dos fundaciones que en ella realiza. Sabe que a su edad no puede -si es que quiere- fundar y presidir algo; pero quiere dar una salida digna a la hacienda que Dios le ha otorgado, no teniendo nadie que pueda heredarle; y no solo la herencia económica sino los dones que Dios le ha dado de inteligencia, de formación, de voluntad, de amistades..: “sin dejarme pariente alguno, ni persona que me toque en carne ni en sangre a quien por obligación o por inclinación, haya de dejar mis bienes, ni parte de ellos; y conociendo por esto ser voluntad de Dios que yo disponga pura y desnudamente sin algún respeto de ellos mundano, solo en Servicio de Dios Nuestro Señor y de su divino Culto, gloria de Dios, honra y decoro y mayor comodidad del beneficio espiritual de este cristiano pueblo y de esta devota vecindad, y de las religiosas y siervas esposas de Dios y de su bendita Madre” . Por ello quiere establecer todas aquellas instituciones y obras que salen al paso, dejando su celo, parte de su economía, sus amistades y relaciones o el recurso final a la autoridad de la corona.