Se presentaba un día agradable en el que la temperatura y las nubes respetarían este recorrido por la zona más antigua de Madrid. Aunque hubo ausencias, también es verdad que hubo nuevas incorporaciones hasta formar un grupito de unas 15 personas, dispuestas a conocer las verdaderas raíces de Madrid.
El punto de encuentro fue en la Plaza de Oriente, desde allí nos trasladamos a los inicios de la Cuesta de la Vega en la que pudimos ver el lugar en el que apareció la primitiva imagen de la virgen de la Almudena, así como los restos de la originaria muralla árabe que rodeaba la alcazaba.
Desde este punto pudimos apreciar el desnivel que había hasta la calle Segovia y, así, apreciar la estratégica posición que eligieron los árabes para construir su fortaleza defensiva (en alto y rodeado por el río que, antiguamente, era la calle Segovia).
Desde el viaducto de dicha calle apreciamos los dos barrios en los que quedaba dividido Madrid: a un lado el barrio cristiano; al otro, el barrio de la morería.
Descendimos hasta la calle Segovia y subimos por la costanilla de San Andrés para adentrarnos en este último barrio.
El recorrido fue una continua subida y bajada de calles y cuestas, lo que facilitó hacerse una idea de la situación topográfica del Madrid de aquella época.
En el barrio de la morería llegamos a la plaza de la paja donde hicimos referencia al antiguo palacio de los Lasso, donde se alojaban los Reyes Católicos cuando venían por aquí, y a la Capilla del Obispo. A las espaldas de esta última se encuentra la iglesia de San Andrés donde hicimos un alto para rezar el Ángelus.
En la plaza de los carros, que se encuentra allí mismo, entramos a visitar la casa-museo de San Isidro, donde pudimos ver el pozo del milagro, aquel en el que, según la tradición, cayó el hijo de San Isidro y gracias a una súbita subida del nivel del agua pudo rescatarlo. Uno de los milagros atribuidos al patrón de Madrid.
A continuación descendimos por la calle del Almendro, desde donde pudimos apreciar la torre de la iglesia de San Pedro, de estilo mudéjar y la considerada más antigua de Madrid.
Finalmente, tras cruzar la calle del Nuncio, volvimos a la calle Segovia, a la altura de Puerta Cerrada, donde acabó el recorrido.
Hay que destacar el ánimo y valor de todos, pero especialmente de quienes, pese a los bastones y dificultades para andar, llegaron a la meta. El clima meteorológico y el buen ambiente humano hizo que la visita se desarrollase agradablemente.