Del 30 de septiembre al 2 de octubre, 2022, se han celebrado estas Jornadas en León, en la Colegiata-Basílica de San Isidoro. He asistido y he tenido la oportunidad de hablar del Caballero de Gracia, su devoción a la Eucaristía, y su legado espiritual transmitido a la Asociación Eucarística. Presidió la inauguración el Sr. Obispo de León, D. Luis Ángel de las Heras. Compartía la presidencia con D. José Ángel Casero, Presidente de la Federación de las
Obras Eucarísticas, y D. Juan Miguel Ferrer, Canónigo de la Catedral de Toledo y Asistente Eclesiástico de la Federación. Asistimos unas 30 personas, de Madrid, León, Burgos y algún otro lugar.
Se celebró la Santa Misa en la Colegiata el viernes a la tarde, presidida por el Abad del Cabildo, D. Francisco Rodríguez Llamazares; y el sábado a la mañana en la Catedral, presidida por el Sr. Obispo. El domingo la celebró en la Colegiata D. Juan Miguel. Hubo también rezo de Vísperas y de Laudes, respectivamente. El sábado a la tarde se rezó el Rosario. Y tanto el viernes como el sábado hubo un rato de adoración al Santísimo en la Colegiata. Visitamos también el Museo de la Colegiata, muy bien explicado por la guía, donde está el Cáliz regalado por Doña Urraca (que algunos atribuyen, tras recientes investigaciones en Egipto ya publicadas, al que usó el Señor en la Última Cena); y el Panteón de los Reyes, la llamada Capilla Sixtina del románico. Solo por esta visita ya vale la pena venir a León.
Se completó el programa con distintas conferencias, y la intervención de algunos de los asistentes, que hablaron de sus respectivas asociaciones.
Las reuniones se tuvieron en el Salón del Pendón de Baeza, en la Colegiata, así llamado porque preside una imagen de San Isidoro en la batalla de esa ciudad andaluza. Antes fue refectorio de los monjes.
Mi intervención fue el viernes a la tarde. Pude hablar también del Diccionario histórico y biográfico del Caballero de Gracia y de la reciente biografía. Regalé un ejemplar al Sr. Obispo y a algunos de los asistentes.
El sábado a la tarde me tenía que volver, para estar en la Misa de la Asociación Eucarística el domingo. El próximo año estas Jornadas serán en Toledo; seguramente habrá más personas que deseen asistir.
Recojo aquí el texto de la intervención, con bastantes alusiones a San Isidoro.
Intervención en las III Jornadas Inter-Asociaciones Eucarísticas. León, 30.IX.22
Legado espiritual del Caballero de Gracia a la Asociación Eucarística por él fundada
Es un motivo de alegría tener la oportunidad de intervenir en estas Jornadas Inter-Asociaciones Eucarísticas, en el marco incomparable de la Colegiata de San Isidoro de León.
Este lugar emblemático, lleno de historia, nos estimula en nuestro deseo de defender y difundir la adoración a la Eucaristía. San Isidoro no sería San Isidoro si no hubiera tenido un gran amor a Jesús Sacramentado, no habría podido llevar a cabo tantos trabajos porque le habría faltado fortaleza y esperanza. Como sabemos, fue un hombre de gran cultura, arzobispo de Sevilla (sucede a su hermano San Leandro) que combatió el arrianismo de los visigodos. Introdujo el rito hispano, mozárabe o isidoriano en la liturgia de toda España, hasta la imposición del rito romano en el s. XI.
En estos breves recuerdos se trasluce claramente su amor a Jesucristo, como Dios y Hombre verdadero; la unidad de la naturaleza humana y la divina en la Persona divina del Verbo. Y esa base doctrinal firme es esencial para la renovación litúrgica y, por tanto, para el amor a la Eucaristía, en la que creemos que está el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del mismo Jesucristo, sacramentalmente.
Y en general, el saber enciclopédico de San Isidoro, recogido en sus numerosas obras (especialmente las Etimologías, que es una recopilación de todo el saber de su época), no es una mera acumulación de conocimientos –como si fuera un archivo, o un “disco duro”-, sino un saber sapiencial, porque la sabiduría no es el mero repetir o recordar acontecimientos, sino un saber que lleva al hombre a saber quién es, cuál es su origen y su fin, y por tanto saber qué le lleva a Dios como creador, sin el que el hombre pierde su sentido y no sabe quién es ni para qué está en el mundo. Y así puede haber personas que llamamos eruditas y sin embargo no conocen a Dios, es decir no conocen lo fundamental. Por tanto es una erudición poco sabia.
Nosotros, a nuestro nivel y según nuestras posibilidades, queremos contribuir a mantener muy vivo el amor al Señor, queremos que haya muchos lugares donde se le pueda adorar, donde se pueda rezar en silencio, donde pueda haber un encuentro personal con El en el sacramento de la reconciliación y en la Eucaristía.
Desde la época cristiana, con el comienzo del Reino de León en siglos IX y X, ¡cuantos años de adoración al Señor en estar tierras! Y es muy de agradecer el esfuerzo de todos los que han tenido importantes responsabilidades en el gobierno de los pueblos y han sabido ver que la religión es un elemento integrador imprescindible en la formación de las personas, que ayuda tanto a vivir y trabajar con rectitud, deseos de servir y comprender a los demás. Sin la religión, se pierden los valores morales y se cae muy fácilmente en el relativismo: la verdad vendrá dada por lo que decidan los que gobiernan. Y concretamente nuestro país, sin sus raíces cristianas, ¿qué sería…?
No creo apartarme con estas breves consideraciones del tema que en esta Jornada deseo tratar, pues el amor a la Eucaristía, como la vida cristiana en general, no nos aparta de cómo contribuir a transformar el mundo desde dentro, haciéndolo más justo, más humano y más cristiano. Todo lo contrario: la unidad de vida que debe vivir el cristiano le lleva a buscar al Señor en todas las circunstancias; no solo en el templo, sino en la calle, en los lugares de trabajo, en la familia, en la cátedra, en el bufete, en el hospital, en la política, y en todos los lugares donde un cristiano puede desempeñar su trabajo y servir a los demás.
Si el claustro de San Isidoro albergó las primeras Cortes de la historia de Europa en 1188, bajo el reinado de Alfonso IX, gracias a lo cual en 2013 fue reconocida por la UNESCO como Cuna del Parlamentarismo, en gran parte lo fue por los valores que la civilización cristiana aporta a la configuración de la sociedad: respeto a la dignidad de la persona, la libertad como valor supremo de todos los hombres, pero orientada a la búsqueda de la verdad y el bien, el reconocimiento de los valores de otros pueblos y el deseo de una convivencia pacífica, etc.
Con estas referencias a lo que podríamos llamar la dimensión social de nuestra fe, lo que deseo subrayar es que los intereses y objetivos de nuestras Asociaciones eucarísticas, en primer lugar se dirigen a Jesús Sacramentado, para ver cómo le tratamos, como le adoramos, cómo le damos a conocer. Pero simultáneamente la cercanía con el Señor nos impulsa a hacer mejor el mundo en el que vivimos, empezando por uno mismo, las personas con las que convivimos y trabajamos, y la sociedad en general: en sus costumbres, en sus leyes. Y ambas dimensiones se reclaman, para no caer ni en un espiritualismo que se desentiende de los problemas reales de las personas, ni en un activismo que sin la gracia de Dios probablemente se desvirtuaría.
Todo esto es tanto más necesario cuando las costumbres y las leyes tienden a configurarse “como si Dios no existiera”, como decía Benedicto XVI, y fácilmente se cae en la dictadura del relativismo. A este propósito es muy oportuno recordar que para muchos autores San Isidoro fue uno de los primeros pensadores en formular la teoría del origen divino del poder regio: «Dios concedió la preeminencia a los príncipes para el gobierno de los pueblos». Es justo que el príncipe esté sujeto a sus propias leyes, pues solo cuando también él respete las leyes podrán creer que éstas serán guardadas por todos”. El poder temporal, debe estar sujeto a sus propias leyes y estas al poder espiritual.
Esta subordinación- a la que no obliga, pero invita a seguir- bien entendida, no resta libertad al poder temporal, sino que lo orienta para que gobierne para el bien común. Dios, podemos decir nosotros, no es enemigo del hombre ni de su libertad; es Él el que nos ha hecho libres, ha querido correr ese riesgo, como decía San Josemaría Escrivá. Somos libres cuando buscamos la verdad y amamos el bien. Sin libertad no podemos amar, y Él ha querido darnos la capacidad de amar, y por eso nos ha hecho libres.
El Caballero de Gracia y la espiritualidad que transmitió a la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento por él fundada a finales del siglo XVI, y que hoy perdura en la Asociación Eucarística que lleva su nombre, tiene bastante que ver con lo que vengo comentando.
Como quizás algunos no conozcáis bien a Jacobo Gratij, el Caballero de Gracia, recordaré aquí algunos detalles de su vida y de su obra, de donde se deducen el espíritu que ha legado a la Asociación Eucarística.
En nuestro personaje están muy presentes las dos dimensiones que hemos citado: la espiritual –y más concretamente, sobre todo después de su ordenación- el amor a la Eucaristía, y el deseo de dar a su vida un sentido de servicio a los demás y a las necesidades de la Iglesia.
Recuerdo que su actividad durante más de 30 años fue trabajar para la Santa Sede, como secretario y hombre de confianza del que llegaría a ser el Papa Urbano VII, llamado Juan Bautista Castagna, al que conoció en Bolonia donde este realizaba su doctorado en Derecho Civil y Eclesiástico. No nos consta documentalmente los estudios que pudo realizar Jacobo en esa misma universidad, pero debió de hacerlos, a juzgar por los asuntos civiles y eclesiásticos en los que tuvo que intervenir después como ayudante de Castagna, lo que supone una buena preparación jurídica, además de otros conocimientos propios de las tareas diplomáticas. Castagna, y con él Jacobo, se incorpora a trabajar para la Santa Sede a través de dos tíos suyos que eran Cardenales. Verallo era el apellido de estos. Intervendrán en Paris en asuntos relacionados con las guerras de religión, en torno a 1550. De ahí, Castagna pasará a ser Gobernador y Obispo de Rossano (ciudad de los Estados Vaticanos), y Jacobo se ocupará de todos los aspectos civiles o temporales de estos encargos; intervinieron también en la pacificación de dos ciudades Ferno y Spoleto.
Después Castagna participará en la 3ª sesión del Concilio de Trento, en 1563, donde se debatió la transubstanciación, contra los luteranos, y allí estaba Jacobo.
Y luego vendrán a España, con Castagna como Nuncio, en 1565. El espinoso caso del arzobispo Carranza, arzobispo de Toledo y primado de España, acusado por la Inquisición de heterodoxo, fue uno de los casos difíciles en que tuvo que intervenir. Por ser la Nunciatura de España la más importante de todas en aquellos años, la relación con Felipe II y los asuntos a resolver relacionados con la Iglesia serían numerosos e importantes.
Tuvo que resolver asuntos en Venecia, durante unos años de peste; en Colonia, con un obispo que ocultó que se había hecho luterano; en gestiones laboriosas y difíciles para la constitución de la Liga Santa entre el Papa, España y Venecia para la decisiva batalla de Lepanto, etc.
Importa subrayar el motivo que movía a Jacobo, para aceptar todas esas importantes tareas: en sus biografías queda claro que lo hacía por amor a la Iglesia y al Papa. Podría haberse dedicado a otros trabajos, que no le habrían faltado dada su preparación y experiencia. Renunció a casarse por el mismo motivo, para una mayor disponibilidad. Y renunció también a nombramientos honoríficos, civiles y eclesiásticos, que el Papa y Felipe II, querían hacerle como muestra de agradecimiento a su eficaz servicio. Nos parece que este modo de ser y de trabajar da a la propia vida un sentido de entrega, de servicio, convencido de que es lo que Dios le pedía.
Más adelante, a los 70 años, se ordenará sacerdote. Aún viviría 30 años más. No se ordenó antes porque al parecer su propio jefe le dijo que serviría mejor a las tareas que tenía encomendadas siendo laico.
Una vez dejadas las tareas diplomáticas se dedicará a promover diversas fundaciones de carácter benéfico y religioso; algunas ya las había puesto en marcha antes de su ordenación, en la primera estancia en España (volvería luego en 1575, y se quedaría aquí ya hasta su muerte): dos hospitales para italianos y para convalecientes, un colegio para niñas abandonadas y huérfanas, y facilitó la implantación en Madrid de varias instituciones religiosas.
De todas esas iniciativas, su fundación principal fue la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento, cuya finalidad principal era difundir la devoción a la Eucaristía, cuidando esmeradamente todo lo referente al culto y adoración al Santísimo Sacramento, la que pertenecieron más de mil personas ya en aquellos primeros años en que Madrid era aún como un pueblo grande, que iría creciendo rápidamente con la instalación de la Corte. A ella pertenecían personas de los más variados ambientes sociales.
El Caballero de Gracia cuidaba que el templo estuviera limpio y acogedor, bien adornado, con vasos sagrados dignos. La celebración de la Misa debía hacerse con piedad y devoción, cuidando hasta los pequeños detalles. El Santísimo estaba expuesto a la adoración de los fieles. La predicación debía estar bien preparada, y la música. Todo debía contribuir al recogimiento y a la oración. Se debía facilitar también la atención espiritual de los fieles en el confesionario. El propio Caballero de Gracia lo estuvo haciendo hasta los últimos momentos de su vida, con sus 102 años. Luque Fajardo, uno de los sacerdotes que ayudaban al Caballero, en una carta a Sevilla resume así el ambiente de recogimiento y piedad que había en el Oratorio: (…) “verdaderamente parece un relicario del cielo, que arrebata y lleva tras de sí los corazones, alentando a devociones a aquellos que la visitan y frecuentan” (J.M. Sanabria, El Caballero de Gracia y Madrid, p. 285, nt 1 y p.286)
Por tanto el espíritu que el Caballero de Gracia vivió y transmitió a su Congregación y se mantiene en nuestros días se podría resumir así:
Un amor delicado al Santísimo Sacramento, que se manifieste en el modo de celebrar la Santa Misa, con todo lo que ayude a esa celebración, tanto en el cuidado material del templo como en todo lo necesario para la celebración de la Misa y especialmente en la observación de todas las normas litúrgicas.
Facilitar la adoración a Jesús Sacramentado, procurando que esté expuesto en la Custodia el mayor tiempo posible durante el día, y en alguna vigilia nocturna.
Procurar la buena formación ascética y doctrinal de los miembros de la Asociación Eucarística, y en general de las personas que participan de las actividades del Oratorio: con una predicación frecuente y adecuada, con la dirección espiritual, con clases periódicas de temas doctrinales, con un plan de vida espiritual y la práctica de los sacramentos, con retiros espirituales, con lecturas, etc.
Llevar al convencimiento de unos y otros que la vida espiritual, con el deseo de identificarse con Jesucristo, debe traducirse en santificar la vida ordinaria de trabajo y de familia, y de influir cristianamente en la sociedad, a través de las relaciones humanas y de la amistad que surge a través de esas ocupaciones.
Y, en fin, entre esas personas a las que podemos llegar, poner en primer lugar a las más necesitadas, tanto humanamente como espiritualmente.
Me parece que el interés de este programa está en primer lugar en su contenido. Y en segundo lugar, en que coincide en lo fundamental con lo que la Iglesia pide y espera de los laicos que quieran vivir bien su vocación cristiana. Por eso las actividades del Oratorio y la Asociación Eucarística están abiertas a todo el que desee participar en ellas, en pleno centro de Madrid.
El proceso diocesano de beatificación del Caballero de Gracia se clausuró en Madrid en 2019 y sigue en Roma. Actualmente estamos en la fase de redactar la “positio”, para poder llegar a la declaración de virtudes heroicas. Rezamos para que el Señor haga algún milagro a través de su intercesión y podamos llegar a la beatificación.
Para los que no lo sepan, al poco de morir el Caballero de Gracia, su sucesor, San Simón de Rojas, por la fama de santidad con que vivió y murió, comenzó el proceso de beatificación, en Concluido lo que sería la fase diocesana, el guardó la documentación y cuando años más tardes –según la legislación entonces vigente- se quiere enviar a Roma, se había perdido. Todavía hoy desconocemos el motivo de esa pérdida. En las diversas búsquedas no se ha encontrado, aunque se excluye que acabara apareciendo en algún lugar. Dos siglos más tardes aparecería la leyenda que le atribuye una vida licenciosa hasta que se convierte y se ordena sacerdote. Esa leyenda no tiene fundamento histórico, no cita obras contemporáneas que hablan de la vida del Caballero de Gracia, pero la zarzuela de Chueca popularizó su figura –inventada, no real- y todavía hoy algunos solo tienen esa referencia.
Isidoro fue muy leído durante la Edad Media y el Renacimiento (al menos diez ediciones fueron impresas entre 1470 y 1530). Su influencia fue enorme entre sus contemporáneos. Braulio, obispo de Zaragoza, discípulo y amigo de Isidoro, le describió como el hombre elegido por Dios para salvar a los hispanos de la marea de barbarie que amenazaba con inundar la civilización clásica en Hispania.
Hoy necesitamos hombres y mujeres que, como él, quieran poner todos sus talentos en esta misma empresa, humana y cristiana. Pero además de grandes hombres, es necesario que haya muchos miles –millones- de hombres y mujeres corrientes que se tomen en serio esta aventura apasionante de poner al Señor en la cumbre de todas las actividades humanas. La gracia de Dios no nos va a faltar. En eso confiamos. Muchas gracias.