Biografía

Los Clérigos Menores

San Francisco Caracciolo

LOS CLÉRIGOS MENORES

El Caballero de Gracia tuvo noticias de la congregación de Clérigos Menores, fundación hecha por Juan Augusto Adorno y Fabriccio Caracciolo y un sobrino de éste llamado Francisco Caracciolo, en 1588, en Nápoles. Los Clérigos Menores era una institución que cuidaba con esmero los actos de culto al Santísimo Sacramento y cuyo espíritu está muy próximo, efectivamente, al de los Oratorios del Divino Amor o de San Felipe Neri.

Francisco Caracciolo (que sería canonizado por Pío VII en 1807) como general de los Clérigos Menores se trasladó a Madrid en 1593 para hablar con el Caballero, que había ofrecido su propia casa e iglesia para que vinieran a España, situadas en la calle de la Florida, actualmente Caballero de Gracia. Esta fundación no fue fácil, pues como ya se dijo, en Madrid no se admitían más fundaciones, y las gestiones se prolongaron durante varios años. Y lamentablemente a las pocas semanas de instalarse, se marcharon sin previo aviso y de noche, el 17 de enero de 1597, dejando la casa y la iglesia en muy mal estado.

Se ha hablado del mal genio y de la obstinación del Caballero, y es probable que existiera; pero hay que culpar, sobre todo, a los religiosos por sus modos nada correctos. Habían recibido la casa y la iglesia y, aunque ellos no lo supieran, iban a ser herederos universales de Jacobo Gratii. “Instituyo y hago mis herederos universales a los religiosos sobredichos, los Clérigos regulares Menores que morasen y viviesen en esta villa de Madrid, en dicha mía casa”, dice en su primer Testamento .

Es posible que interfiriera en algunas cosas, como se le achaca; pero no en la clausura -ya que es su casa- y, desde luego, es no solo el propietario sino además tiene el Patronato. Esto, los jóvenes de la comunidad, parecen ignorarlo. “El señor Felipe Adorno pretendió que yo nombrase por patrón de la dicha casa al señor Ambrosio Espínola, porque labraría Iglesia y casa y haría otras cosas grandes.”.

Felipe Adorno es el superior de la comunidad y debía ser un hombre algo violento e indiscreto ya que, no sugiere que se nombre un patrón, como dice Jacobo, sino que de hecho lo nombró sin poder hacerlo y obliga a que el Caballero haya de escribir: “por el tenor de la presente revoco y anulo el dicho nombramiento y quiero que sea de ningún valor como en efecto lo es”. Ambrosio Spínola, el agraciado, amable y sonriente personaje central del cuadro de Las Lanzas, no solo no había aceptado y nada había hablado con el Caballero, sino que ni siquiera conocía la iglesia y la casa.

Los religiosos se trasladan a otra casa de la calle San Jerónimo -que más adelante será la sede del Congreso de los Diputados- y el Consejo de Castilla considera que este cambio equivale a una nueva fundación, que el Consejo había prohibido, haciendo al Caballero responsable como patrón y poniéndolo bajo arresto domiciliario. A su vez, el arzobispado y la nunciatura -presionado por los Clérigos y por la aprobación que les ha dado- reclaman a Jacobo su vivienda con lo que tienen en ella, como si de bienes eclesiásticos se tratara.

Herido por las dos partes, la civil y la eclesiástica, a cuyo equilibrio ha dado su vida, el Caballero de Gracia debe esperar la nueva venida a España de San Francisco Caracciolo, quién consigue levantar el arresto domiciliario, arreglar los asuntos y evitar las muchas murmuraciones que lógicamente se han producido, y que la amistad entre uno y otro se fortalezca algo más.