Biografía
Vida y Virtudes del Caballero, sacerdote- Apunte Breve
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VIDA Y VIRTUDES DEL CABALLERO, SACERDOTE
El Caballero de Gracia, cuando se retiró de la intensa actividad diplomática a la que se había dedicado durante tantos años en el servicio de la Iglesia, y después de recibir la ordenación sacerdotal “procuraba repartir y ocupar el tiempo de modo que ningún rato quedase vacío (…) anteponiendo a todo el rezar y decir Misa, sin que faltase jamás a esto, a no ser que apretase tanto la enfermedad que le obligasen los médicos (…). Todos los días tenía, desde que fue ordenado sacerdote, dos horas de oración, una por la mañana y otra por la tarde. Ayunaba lunes, miércoles y viernes a pan y agua, y tomaba disciplinas muy grandes”; y cuidaba con esmero su casa y particularmente la iglesia que hizo en ella. “Se ocupaba otros ratos en la lectura de buenos libros, y de ahí el deseo de escribir algo y publicarlo, pues su intención y sus pensamientos iban dirigidos a que lo que se escribiese fuera para bien y provecho del prójimo” .
Su primer y principal biógrafo –contemporáneo del Caballero, al que trató de cerca durante tiempo- sigue diciendo: “vivió el Caballero, como se ha visto, rico de unas ejemplares y loables costumbres, y jamás se desdijo de este punto. Al contrario, cuanto más iba cayendo la edad y cargando los años, iba él perfeccionando más su modo de vida, procurando en todo actos heroicos”. Y se refiere al espíritu de penitencia, que a los 96 años seguía ayunando y tomando disciplinas varios días a la semana. “Su modo de vida ponía espanto a quien sabía sus años y veía sus abstinencias y penitencias”. También “su caridad y deseo de hacer el bien fue notable”. Y procuraba dar siempre buen ejemplo a los demás. A los sacerdotes les trataba con especial veneración y reverencia. Era perseverante en el deseo de escuchar “sermones y prácticas espirituales” y junto a eso “hacia grandes limosnas” y se compadecía de las necesidades del prójimo. “Estoy por atreverme a decir –escribe Remón- que no sé si se hallaría otro varón en otros tiempo que le superase en esta virtud”. Añade que “muchas veces vinieron a pedirle que socorriese algunas necesidades, y hallándose sin dinero daba la misma plata con que se servía a su iglesia para que la empeñasen; y no solo una vez sino más de dos se quitó la ropa que llevaba puesta, y dio algo de sus vestidos a personas necesitadas y pobres” .
Antes se hizo alusión a su renuncia a dignidades eclesiásticas y civiles, por humildad. Entre otros casos, renunció a “un obispado de los más importantes de Italia, que al presente estaba vacante en los Estados que son de la Majestad Católica”, que quería ofrecerle Felipe II, sabiendo “el manejo de los negocios más importantes de la Cristiandad” que tenía el Caballero. Tras pensarlo, cuando un ministro del rey fue a preguntarle al cabo de unos días, se lo encontró barriendo la puerta de su casa, y le contestó “que no se encontraba suficientemente capacitado para ello”. Lo mismo sucedió dos años después, cuando también el rey le ofreció una Abadía y tampoco la aceptó, “tan despegado y desaficionado vivía de todo lo que fuera inclinación al aumento de honras y dignidades” .